1909Hospital de Pisagua
La explotación minera durante el ciclo del salitre impulsó un crecimiento demográfico que llevó a la construcción del Hospital de Pisagua entre los años 1906 a 1909.
Hasta ese momento, los habitantes de la zona recibían cuidados en un recinto que carecía de la capacidad y los recursos para albergar enfermos en gran cantidad. Según la prensa de la época, la localidad contaba tan solo con “una sala, tan vieja como sucia, cuyas paredes se ha carcomido la polilla, se consumen los enfermos a quienes la miseria y el dolor les ha obligado a buscar refugio en aquel asilo”, la que estaba orientada -siguiendo la línea de las instituciones de Beneficencia, a entregar alimento, abrigo y atención gratuita a la población más necesitada[1].
La localidad portuaria de Pisagua atravesaba, a inicios del siglo XX, una etapa de bonanza comercial, pero también enfrentaba riesgos vinculados con epidemias, como el brote de peste bubónica que azotó a la localidad en 1905[2] y causó, en palabras de la prensa, “estragos tan horrorosos que recuerdan las grandes pestes de la Edad Media”[3]. Según el médico Conrado Ríos, los infectados fueron alrededor de 300 y los fallecidos alcanzaron la cifra de 100 personas, lo que provocó que sus habitantes, que superaban las 3 mil personas, “aterrados ante el peligro” huyeran “en distintas direcciones, reduciéndose la población a menos de la mitad”[4].
Los puertos eran zonas propicias para el intercambio de bienes, tecnologías y el arribo de personas, pero eran también lugares propensos a la difusión de enfermedades y punto de origen de importantes brotes epidémicos. Así mismo, se enfrentaban a la coyuntura de mantener e impulsar el comercio, al mismo tiempo que gestionar la aplicación de cuarentenas u otros controles de la policía sanitaria[5]. En este contexto, resultaba urgente la construcción de un establecimiento hospitalario que fortaleciera el sistema de salud y apoyara la sanidad de la provincia, así como el desarrollo de otras infraestructuras que fueron levantadas en el puerto durante esos años como la cárcel pública y la parroquia de San Pedro.
El Hospital de Pisagua fue inaugurado el 18 de septiembre de 1909 y contaba con sala para hombres y mujeres, oficina de estadísticas, capilla, pabellón de cirugía y sala de curaciones, piezas de desinfección, salas para los estantes del instrumental quirúrgico, farmacia, pensionado y habitaciones para el personal, entre otras instalaciones[6]. En su estructura se ocupó madera de pino de oregón, la que fue armada mediante ensambles y destacó por su estilo arquitectónico georgiano con influencias inglesas. Entre sus características principales destacó por la amplia escalera de ingreso y por las grandes ventanas y balcones que buscaban favorecer la circulación del aire.
Las tareas del Hospital fueron grandes pues no solo atendía las necesidades de Pisagua, sino también de las localidades salitreras del interior. Representaba un espacio de enseñanza de prácticas higiénicas, así como un sitio de atención de casos de mayor gravedad. El hospital atendía afecciones variadas e informaba sobre su oferta a través de la prensa, tales como cirujanos dentistas, matronas y servicio de urgencias. Además, prestaba labores múltiples a la comunidad, como la atención de la bahía, la prostitución, el ferrocarril, el lazareto, vacunación e informes y reconocimientos forenses.
A inicios del siglo XX las instituciones de beneficencia hospitalaria eran atendidas principalmente por congregaciones religiosas. Estas arribaron al país desde mediados del siglo XIX, para participar en la administración de diversas instituciones públicas. El hospital de Pisagua fue atendido principalmente, por religiosas que dependían del Obispado de Iquique[7]. En el servicio interior del lugar, las monjas desempeñaron un papel fundamental en el socorro de los desvalidos proporcionando abrigo, acompañamiento y cuidados durante la internación. La Junta de Beneficencia, encargada de la administración de los hospitales, indicó que la apertura del nuevo recinto aumentó la demanda y la necesidad de extender la dotación de funcionarios, por lo que se efectuaron gestiones para “conseguir la venida de hermanas de la Caridad de algunas de las comunidades que existen en el país”[8].
Junto a las organizaciones religiosas se encontraban los médicos. En Pisagua destacaron los doctores Carlos Cassoro y Alejandro Ayala[9].
Con el declive del ciclo salitrero, la población del puerto de Pisagua disminuyó drásticamente, lo que redujo la demanda por los servicios sanitarios. El establecimiento prestó asistencia a la comunidad hasta 1958. En los años siguientes, funcionó como posta hasta su cierre definitivo a inicios de los setenta. Actualmente, el edificio se encuentra en mal estado, con riesgo de colapso y no ha recibido obras de restauración en los últimos años. El frontis del hospital muestra signos evidentes de deterioro y sus cimientos se han inclinado. Incluso, poco tiempo después de la inauguración, el terraplén sobre el que se erigió el hospital había comenzado a ceder gradualmente. Por ello, el acceso al público se encuentra restringido. El 2023, la Seremi de Bienes Nacionales de Tarapacá, el Consejo de Monumentos Nacionales y el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural han planificado medidas para proteger el entorno del hospital, tales como la delimitación del perímetro y la ejecución de trabajos para reforzar la base de la estructura.
[1] El Comercio, 20 de marzo de 1909.
[2] Cámara de Diputados, sesión 27ª extraordinaria en 27 de noviembre de 1907.
[3] El Mercurio, 21 de marzo de 1905.
[4] Conrado Ríos, Arica en el presente i en el porvenir, Santiago, Imprenta La Ilustración, 1914, p. 38.
[5] Pedro Lautaro Ferrer, Higiene y Asistencia Pública en Chile, Santiago, Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, p. 483, 545 y ss.
[6] El Comercio, 8 de septiembre de 1909.
[7] María Paz Valdés della Maggiora, “Hospitales y modernización: el caso de las Hijas de la Caridad en los hospitales de Chile (1850-1900)”, Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. 73, nº 1, 2021, pp. 1-11.
[8] El Comercio, 9 de septiembre de 1908.
[9] Actas de las Sesiones de la Junta de Beneficencia de Santiago, libro décimo cuarto, 1910-1913, Sesión en 10 de mayo de 1910, fj. 16.